Los ocho estilos de vinos blancos que están revolucionando el mercado argentino

Es con­tun­den­te: en el mun­do se toma mitad vino blan­co y mitad vino tin­to; pero en la Argen­ti­na no, y es una pena.

Es el momen­to de comen­zar a cam­biar esta cos­tum­bre: la diver­si­dad de cepas en Argen­ti­na es impre­sio­nan­te, por lo que pode­mos pro­du­cir muchí­si­mos y muy bue­nos vinos blancos.

Estoy con­ven­ci­do que el con­su­mo del vino en nues­tro país solo pue­de repun­tar con el empu­je de bue­nos vinos blan­cos. Por­que tie­nen la par­ti­cu­la­ri­dad de ser mucho más fáci­les de enten­der que los tin­tos (se nece­si­ta entre­nar menos el pala­dar que para com­pren­der a un buen tin­to) y con ello faci­li­tan el acce­so al vino a las nue­vas generaciones.

A fines de 2019 publi­ca­mos dos notas en las que des­cri­bía­mos cómo el vino blan­co en la Argen­ti­na está resur­gien­do con una fuer­za espe­ran­za­do­ra gra­cias a la apues­ta de muchas bode­gas y enó­lo­gos que se han lan­za­do a ela­bo­rar más y mejo­res blan­cos, incre­men­tan­do la ofer­ta con cali­dad, nue­vos esti­los y dis­tin­tos enfoques.

En esta nota me ani­mo a rea­li­zar una arbi­tra­ria cla­si­fi­ca­ción de esos esti­los o enfo­ques en ocho gru­pos. Digo arbi­tra­ria por­que segu­ra­men­te pue­de haber algu­nos más y qui­zá no todos se sien­tan cómo­dos con ella, pero el obje­ti­vo es cola­bo­rar con el con­su­mi­dor para com­pren­der mejor cómo y por don­de vie­ne esta movida.

1. Recuperación de cepas

Se tra­ta de vol­ver a tra­ba­jar con las cepas que con­for­ma­ron la base del con­su­mo de blan­cos gené­ri­cos de los años seten­ta y ochen­ta (en su mayo­ría en mez­clas), pero ela­bo­rán­do­las aho­ra como varie­ta­les y con todos los cui­da­dos de la alta gama. Ejem­plos: Semi­llón, Che­nin y Pedro Giménez.

2. Estilos y expresiones distintas de las cepas blancas consagradas en el mundo

Casi que se está con­for­man­do una nue­va cate­go­ría ubi­ca­da entre los típi­cos Char­don­nay cali­for­nia­nos (untuo­sos en boca y poten­tes en nariz) y los de la Bor­go­ña (fres­cos y suti­les). Inclu­so hay wine­ma­kers, como Ale­jan­dro Seja­no­vich que se ani­man a ir más allá explo­ran­do ‑con su nue­va línea de blan­cos en Bus­ca­do Vivo o Muer­to– cua­tro luga­res dis­tin­tos, usan­do el Char­don­nay como vehícu­lo para mos­trar las suti­le­zas de cada terru­ño (nota).

Ejem­plos: blan­cos ela­bo­ra­dos con uvas de tie­rras ubi­ca­das en altu­ra, por enci­ma de los 1.000 msnm, en Men­do­za por ejem­plo en Alta­mi­ra y Gualtallary.

 3. Búsqueda de nuevas zonas

Están apa­re­cien­do exce­len­tes blan­cos de luga­res poco explo­ra­dos. En Men­do­za se pue­de hablar de San Pablo (Valle de Uco) o La Carre­ra. En la altu­ra de Sal­ta el Sau­vig­non Blanc logra una nue­va expre­sión. En las zonas más frías del sur de la Pata­go­nia, como en El Bol­són (Río Negro), Tre­ve­lín y Lago Muns­ter (Chu­but) se des­ta­can por la aci­dez o por las intere­san­tes notas sali­nas de los blan­cos sur­gi­dos en zonas con influen­cia marí­ti­ma como San Javier (Río Negro) y Cha­pad­ma­lal (Pro­vin­cia de Bue­nos Aires).

4. El nuevo Torrontés

No podría­mos dejar afue­ra de esta movi­da a nues­tra cepa blan­ca de ban­de­ra: el autóc­tono Torron­tés, con una bús­que­da de expresio­nes más finas y ama­bles, redu­cien­do el amar­gor final en boca para con­ver­tir­lo en una nota intere­san­te y distintiva.

5. Variedades no extendidas en Argentina 

Si bien algu­nos de estos vinos no son “tan nue­vos”, el tra­ba­jo que se vie­ne rea­li­zan­do para poner­los en un alto nivel de cali­dad hace que merez­can su lugar en esta cla­si­fi­ca­ción. Se tra­ta de lograr pro­duc­tos dis­tin­ti­vos con varie­da­des no tan comu­nes o de poca pro­duc­ción en la Argen­ti­na como el Viog­nier, Pinot Gris, Ries­ling o Gru­ner Veltli­ner, entre otras.

6. Experimentación con nuevas variedades

No fal­tan quie­nes bus­can per­ma­nen­te­men­te la “inno­va­ción”, como el caso de Bode­ga San­ta Julia que des­de hace años posee una línea con ese mis­mo nom­bre (aun­que pron­to habrá nove­da­des con la mis­ma, nos ade­lan­ta­ron) en la cual expre­san el desa­rro­llo de nue­vos varie­ta­les traí­dos y plan­ta­dos en su viñe­do de San­ta Rosa, en el este men­do­cino, como estos Ver­delho, Fiano y Falanghi­na que pro­ba­mos a media­dos de año.

7. Utilización de nuevas técnicas de elaboración

En este sen­ti­do el hit del 2019 fue el cre­ci­mien­to de la ofer­ta de vinos naran­jos. Estos resul­tan de una mace­ra­ción de las pie­les de las uvas con el mos­to duran­te la vini­fi­ca­ción; ela­bo­rán­do­los como vino tin­to para lograr una mayor extrac­ción de color, aro­mas y sabo­res. No es una téc­ni­ca nue­va, exis­te hace muchí­si­mos años, la nove­dad es que se estén hacien­do tan­tos. Otro caso, menos uti­li­za­do, pero en que hay ejem­plos es el de vinos fumé median­te la guar­da en barri­cas de tos­ta­do fuer­te; como el Sau­vig­non Blanc que hace Fede­ri­co Biz­zo­to, en Bode­ga Budeguer.

8. Jugando con los blends.

Sin lugar a dudas, es la cate­go­ría en la que muchos bus­can lucir­se, y así apa­re­cen cada vez más vinos de cor­te que jue­gan a con­ju­gar las vir­tu­des de las cepas ya nom­bra­das e inclu­so agre­gan otras menos cono­ci­das como el Mar­san­ne, Rous­san­ne, Gewürz­tra­mi­ner, Tocai, Fiano o Mos­ca­to Blan­co. Ofre­cen una com­ple­ji­dad que se agra­de­ce en los vinos blan­cos argentinos.

La nue­va eno­lo­gía de los últi­mos 20 años ha per­mi­ti­do hacer blan­cos con mayor aci­dez, menos sul­fu­ro­sos y fun­da­men­tal­men­te, de más cali­dad. Con el con­ven­ci­mien­to abso­lu­to de que no se van a arre­pen­tir, esta nota pre­ten­de incen­ti­var al lec­tor a salir de la zona de con­fort y bucear en la gran ofer­ta de bue­nos vinos blan­cos argentinos.

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